Me encontraba solo por trabajo en una ciudad repleta de esculturas naturales
arboles florecidos que le daban un toque de distinción al paisaje, hasta que un día caminando por las arenas
vírgenes del lugar apareció ese ángel, no savia que decir solamente pude
apreciar su belleza frente al reflejo de mis ojos, el aroma que dejaba al pasar
era similar al de un jazmín acariciado por el rocío matinal.
Quede mirándola hasta perderle por completo, llevaba un
vestido suelto liviano como su andar, el viento parecía modelar su ropa con su
figura delicada como el vuelo de un pájaro armonioso pero a la vez preciso, le
pedí a las estrellas que marcaran este lugar como un lugar mágico, para poder
volverla encontrar.
Luego de ese maravilloso encuentro, claro solo para mi,
debido que la sensación fue solo mía intente que ese encuentro casual dejara de
serlo, ya que para mí fue un destello de sensaciones, así que todas las tardes
que tenia libre me iba hasta la confitería que se encontraba cerca me ubicaba
en la terraza que daba frente al rio acompañado de una copa de vino fresco
esperando que se diera la oportunidad de volver a repetir ese momento mágico.
No savia si ella era del lugar o solo estaba de paso, mi cuerpo se estremecía
por la incógnita de no saberlo y mi
preocupación aumentaba debido que los días pasaban y no acontecía nada.
Cuando empecé a desistir pensando que se había ido de la
ciudad el aroma de ese jazmín llego a mi olfato por la parte trasera de mi espalda,
si era la misma persona que me había deslumbrado aquella tarde y que había
robado mi sueño. Se encontraba con dos personas más un hombre y una mujer, que
duda no savia como actuar pero tenía que lograr saber si podíamos tener
complicidad o aprobación con un gesto una mirada, intentaba no ser obvio para
no quedar como pesado o baboso pero el corazón me latía a mil. Hasta que paso.
Se cruzo su mirada con la mía que sensación de otro mundo mis pupilas se
achicaron para poder ingresar en las de ellas y que le quedaran en su retina
mis ojos, ojos simples tiernos como la mirada de un león cuando desea algo no pestañea hasta hacerlo suyo. Claro no
fue mi caso no me anime a un supuesto
rechazo. Pero entendí que dios nos pone ángeles en el camino con distintas
formas y hay que aprender a discernir y tomar decisiones que pueden marcar
nuestra dirección en el camino de la vida, no tener miedo al rechazo o tener
vergüenza de pelear por lo que uno quiere al fin y al cabo esa es la vida.
J.G.c.
2012